18/9/07

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Al día siguiente Lola me preguntó si quería que llamara a mi madre pero mi respuesta fue negativa.
No sabía cómo actuar, me sentía furioso conmigo mismo, avergonzado e irremediablemente perdido. Sé que Lola se dio cuenta porque me ponía las cosas tan fáciles que en pocas horas ya me estaba descojonando de risa otra vez.
El médico me derivó a la planta de psiquiatría. Hasta que no me viera un psicólogo no me podía dar el alta. A mí la verdad es que no me apetecía y sólo accedí si ella estaba presente...
Lola en esos momentos estaba estudiando Psicología así que mientras íbamos en el ascensor me decía cosas como "fijo que te hace el test de rochard" o "ya verás como te quiere recetar algo". Yo estaba acojonado.
El psicólogo hizo su trabajo, yo hice mi papel y por supuesto Lola el suyo... En cuanto el psicólogo me enseñó las tarjetas con manchas Lola se enfadó. Yo contesté que esa mancha era una mariposa pero Lola interrumpió:

- Javi, yo creo que es un elefante recostado a orillas del río.
- Anda coño pues ahora que lo dices sí que parece un elefante.
- Perdón? - dijo el psicólogo algo molesto.
- Disculpe pero creo que mi amigo puede hacer esta prueba desde un parque mirando a las nubes...
- Señorita le pediría que si no está de acuerdo con mis métodos esperase en el pasillo.
- No estoy cuestionando sus métodos pero conozco a este chico y le puedo asegurar que está bien. Lo único que necesita es salir de este hospital.
- Creo que usted no sabe lo que le conviene a su amigo. Esa decisión la tenemos que tomar los profesionales, ¿no cree?
- No, no lo creo. Y que conste que no estoy negando la profesionalidad de nadie.
- Señorita, ¿qué ve usted aquí?

El psicólogo le mostró una tarjeta a ella y entonces yo reventé de la risa por ver su cara. Al final le conté todo lo que quería escuchar, le di una razón cualquiera aunque fuese mentira. No sé por qué todo el mundo que se enteró me preguntaba el porqué. Ni siquiera lo sabía yo. Simplemente fue un paso en falso y esa comprensión sólo la encontraba en Lola.

Por la noche ya estaba en mi piso. Lola me hizo algo de cena y me propuso ir a dar una vuelta. Yo no me sentía muy cómodo porque tenías las muñecas vendadas y supuse que toda la gente me miraría. Le dije a Lola que estaba un poco cansado. Al rato ella apareció con las muñecas vendadas también.

- Cómo lo has adivinado Lola?
- El qué? Lo de las muñecas? Simplemente me he puesto en tu lugar... He imaginado que las vendas te incomodan. Seguro que no te mira nadie, a veces nos damos más importancia de la que tenemos sabes?
- Vamos a parecer el Club de los suicidas como la novela
- Bueno si alguien nos pregunta decimos que somos los amantes de Teruel pero en Montesco y Capuleto. Y ahora qué? ¿Te decides a hacer un rato el capullín conmigo?
- No hay nada que me guste más... ¿Adónde vamos?


6 comentarios:

Lola dijo...

hola perdido!
no me acordaba de eso :$
a veces aún me pongo las vendas para salir de marcha...

besos (por donde estés ahora mismo)

javi dijo...

no lo dirás en serio no????

Lola dijo...

noooo

era broma tontito
no estoy tan mal...

¬¬

MEndo dijo...

holaaa me encanta loq ue escribis saludos

Ana Boyero dijo...

Vengo del blog de marmota y me he leido de seguido todos los post qur hay aqui. Me ha gustado mucho, croe que es muy tierno.

Y la frase que da titulo al blog es brutal.

Un abrazo

javi dijo...

Gracias Ana!

(El título del blog en realidad es el título de una canción de Bunbury pero es que es tan cierta...)

Un saludo