21/1/08

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Nunca me he considerado un tipo materialista. Reconozco que dinero no me ha faltado. No era rico pero tenía para comer y darme algún capricho de vez en cuando.
A pesar de estudiar con beca siempre me he buscado algún trabajillo sencillo y no muy duro. En Valencia trabajaba en una tienda de revelado de fotos. Nunca he aspirado a hacerme de oro...
Vivía en un piso sencillo y casi ni tenía muebles. Tampoco era por ser minimalista ni por la moda esta de feng shui, simplemente tenía lo justo y necesario. No le daba importancia a los colores, ni a los muebles.
Cuando conocí a Lola y la llevé a mi casa por primera vez lo primero que me dijo fue "qué casa más triste, no tienes nada bonito". Yo le expliqué que era un piso de alquiler y aunque el casero me había dado permiso incluso para pintar las paredes yo no consideraba necesario molestarme en decorar la casa, es más, me parecía algo frívolo y materialista.
"Eso no es ser materialista Javi, no tienes ni idea. Tener un piso alquilado y darle un toque hogareño no es nada malo, yo haría maravillas con tu casa"
Yo lo dejé estar pero un día comprendí a qué se refería. Una vez (ya lo conté) me trajo un escritorio antiguo que se había encontrado en la basura. Lola le dedicó más de una tarde a restaurarlo. Lo lijó, lo limpió, lo pintó y lo barnizó con mucho mimo y luego lo puso en mi recibidor. Yo antes simplemente tenía un perchero para poner el paraguas pero enseguida me encariñé con ese escritorio. Además Lola puso en él una lamparita pequeña con una bombilla de colores y cuando yo llegaba a casa tarde y ella ya estaba durmiendo, la lamparita siempre la dejaba encendida. Y a mi me hacía mucha gracia porque en cuanto entraba y veía la bombilla de tonos anaranjados enseguida pensaba "por fin he llegado a casa"
Un día Lola me llevó a su casa. Compartía piso con dos chicas más y ella vivía en la habitación más pequeñita. Cuando entré en aquel cuadradito que encima daba a un patio interior aluciné. En la cama tenía una colcha de lana de colores con varios cojines de espejitos. De la lámpara colgaba un duende. Las puertas del armario estaban llenas de fotos de su hermano y anuncios de películas. Tenía un montón de cosas y me di cuenta de todo lo que significaban para ella.
Así que después de pensármelo mucho le dije que la dejaba decorar mi casa. Digo que me lo tuve que pensar porque Lola es muy "rococó" y sabía que si me descuidaba mucho más que una casa tendría un museo... Lo bueno es que la tuve feliz unas semanas.
En pocos días la casa estaba limpia y reluciente pero también irreconocible. Lola convirtió mi "piso de mierda" en un verdadero hogar y por qué no decirlo, mi terracita en una selva. Eso sí, reconozco que las margaritas que tomábamos en el balcón sabían mucho mejor desde entonces, acompañadas de olor a jazmín...

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